miércoles, 26 de diciembre de 2012

De pesca.

Y todo era precipitado. Tus llamadas, nuestas salidas, todo se convertía en algo rápido y sin previa meditación. Ahora que tengo tiempo lo pienso y digo: calma, serenidad, simpatía y amabilidad. Es preferible hacer las cosas despacio y bien que deprisa y mal.

Hay veces en las que no hay tiempo para pararse a pensar. Veces en las que sólo puedes actuar y todo depende de ese momento. No pretendo forzar la máquina pero con un poco de ayuda todo sería más sencillo. Al final, cuando se está pescando, se suelta hilo para engañar al pez y, en el momento más inoportuno, clavarle el anzuelo y que quede pescado. No pretendo pescar nada ni engañar con nada. Pero la longitud de ese hilo es mi paciencia. Supongo que llegará un punto en el que ya decida dejar de soltar y diga hasta aquí; Ahora empiezo a recoger.

Siempre sucede que alguien tiene que ser el primero. Y eso conlleva a que alguien tenga que ser el último. La mejor posición entre estas dos, la del primero; Sin embargo, es la más complicada.

Seguimos en el río un día más. Hoy ni he soltado hilo ni lo he recogido. No vengo a pescar. Vengo a reflexionar con el sonido del agua de fondo lo precipitada que se vuelve a veces la vida, según para quién. Unos piensan en que es demasiado y otros pensamos que es demasiado poco.

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